La Abstinencia Del Alcohol
Desde sus comienzos, la denominación de las Asambleas de Dios ha estado claramente comprometida con la abstinencia de bebidas alcohólicas, una convicción muy arraigada en lo que la Biblia enseña acerca del abuso del vino, el consumo de bebidas fuertes y también el principio ético fundamental del amor a Dios y a otras personas. Además, no debe ignorarse la devastación obvia y bien publicidad que resulta del abuso del alcohol en muchos hogares y comunidades. A través de la historia de nuestra denominación, la proclamación del evangelio ha sido una fuerza poderosa para atraer a la dinámica fe en Cristo a personas adictas, liberándose y permitiendo que se abstengan de por vida de sus adicciones, y creando hogares, iglesias y comunidades más saludables.
Lamentablemente, cien años después de la fundación de nuestra fraternidad, el consumo de bebidas alcohólicas se ha difundido. Esto se debe en gran parte a una campaña publicitaria anual de miles de millones de dólares que ha llevado a cabo la industria del alcohol durante las últimas generaciones, promocionando así los placeres y los beneficios del consumo de alcohol. Los medios de entretenimiento también han tenido una función importante en la transformación de las actitudes del público a través de representaciones frecuentes y sofisticadas del consumo social de la bebida en el cine, en la televisión y otros medios de comunicación.
Algunas publicaciones de amplia difusión (que en el presente están siendo más y más desafiadas) han añadido una aparente legitimidad al consumo de alcohol, lo cual ha dado la impresión de que hay beneficios medicinales comprobados cuando se bebe de manera moderada. El vino en particular es promocionado como una bebida que hace bien al corazón. De ahí que el público pueda inferir que el consumo de alcohol no sólo es admisible, sino que también es justo y bueno beber con moderación para promover la buena salud.
A través del tiempo, el entorno de la iglesia ha sido muy afectado por estas influencias culturales dominantes. Las actividades regulares a las que asisten los creyentes cristianos —eventos deportivos, fiestas del trabajo, reuniones sociales, encuentros de negocios, bodas y otros eventos— los exponen con frecuencia al alcohol.
Al aumentar la presión de participar en el consumo moderado de vino y otras bebidas alcohólicas, es imprescindible que la antigua posición de abstinencia de alcohol de las Asambleas de Dios sea reafirmada a la luz de las Escrituras y de la práctica social para dar un testimonio fiel a cada generación, y para continuar encarando los males sociales injustos y destructivos que dañan a las personas que Dios ama. Por donde se lo mire, el consumo y abuso de alcohol continúa afectando a muchas vidas y sociedades enteras alrededor del mundo.
Las bebidas alcohólicas modernas son más tóxicas
Puesto que las apelaciones a favor del consumo moderado de alcohol generalmente tienen como fundamento el uso de vino en la Biblia, es crucial e importante comprender las diferencias entre la producción y el consumo del vino en los tiempos bíblicos, y el consumo peligroso y engañoso de bebidas alcohólicas hoy. Cualquier estudio del consumo de bebidas alcohólicas en la Biblia debe reconocer que hay poca correspondencia directa con las bebidas alcohólicas de hoy. Hay varias diferencias bien marcadas: (1) el vino del tiempo bíblico por lo general tenía menos cantidad de alcohol, (2) el vino de la antigüedad comúnmente se diluía antes de consumirse, (3) las uvas eran un ingrediente básico de la vida agraria y el comercio del mundo antiguo, requiriendo así la preservación del jugo de la vid, y (4) el proceso de destilación para los licores aún no se había desarrollado por completo.
Se calcula que los vinos en los tiempos bíblicos tenían una graduación alcohólica del 7 al 10 por ciento.1 Por el contrario, las empresas cerveceras y destilerías modernas producen vinos de mesa, vinos fortificados y licores que suelen tener el 14 por ciento de alcohol, del 18 al 24 por ciento, y del 40 al 50 por ciento respectivamente. La destilación, que ahora produce bebidas alcohólicas con un contenido de alcohol del 40 por ciento o más, no se inventó hasta la Edad Media. Por lo tanto, las bebidas alcohólicas fuertes como se conocen y se consumen hoy en día no era lo que se conocía en los tiempos bíblicos.
Tanto los griegos como los judíos de la antigüedad escribieron acerca del vino diluido para evitar la embriaguez. Beber vino “puro” se consideraba barbárico en la cultura griega. Proporciones de 20:1 en la Odisea de Homero y de 8:1 en la Historia natural de Plinio probablemente no eran la norma; lo común era una mezcla de 2:1 o 3:1.2 La Misná, que forma parte del Talmud, señala una proporción de 3:1 de dilución.3 Muchos de los primeros padres de la iglesia y la Biblia misma aluden a la práctica de diluir el vino.4 Con una dilución típica de 3:1, el vino en los tiempos bíblicos habría oscilado entre la graduación alcohólica de 2 al 2,75 por ciento. Según los patrones legales de hoy, una bebida debe tener una graduación de alcohol del 3,2 por ciento antes de ser clasificada como bebida alcohólica. Resulta claro que el vino que se consumía en los tiempos bíblicos no era tan fuerte como las bebidas alcohólicas modernas. Las referencias bíblicas e históricas de mezclar o diluir el vino no comprueban que todas las personas diluían el vino siempre, pero las referencias sí muestran que era una práctica común.
La ciencia médica estaba en una fase embrionaria y el vino, con su leve graduación alcohólica, tenía numerosas aplicaciones medicinales. Por ejemplo, en la parábola del buen samaritano, el viajero herido fue tratado con “vino y aceite” (Lucas 10:34).5 Las propiedades curativas y antisépticas del vino es probable que se reflejan en las admoniciones de Pablo a Timoteo: “No sigas bebiendo sólo agua; toma también un poco de vino [oinos] a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades” (1 Timoteo 5:23).
Las uvas y el vino que producían éstas eran un producto básico de la antigua vida agraria, y proporcionaban alimento y bebidas más saludables y agradables, además de ser una fuente de ingreso importante. Eran prácticamente una necesidad indispensable en la vida antigua. En comparación, las bebidas alcohólicas de hoy son una bebida recreativa opcional, y de ninguna manera una necesidad y, lamentablemente, son mucho más fuertes y adictivas. Es falaz a nivel histórico y hermenéutico sugerir que el uso del vino en los tiempos bíblicos justifica el consumo de bebidas alcohólicas mucho más fuertes en la actualidad.
Otras consideraciones hermenéuticas
Dado que las Escrituras no siempre son específicas a la hora de responder a preguntas modernas, no es de sorprender que indagaciones sinceras resulten en conclusiones contradictorias. Las reglas fundamentales para interpretar lo que la Biblia dice suponen la formulación de preguntas básicas: ¿Qué les quiso decir el autor bíblico a sus lectores? ¿Cómo interpretaron los primeros lectores las palabras del autor? ¿Qué oye el lector moderno de la Biblia en nuestro contexto actual, y cómo deberían aplicarse hoy los temas y principios escriturales?
Hay al menos tres perspectivas posibles que ayudan a definir la conexión entre las culturas bíblicas y las nuestras en lo que respecta a las reglas que gobiernan el comportamiento. Primero, cuando una pregunta aborda asuntos fundamentales y eternos con claridad, la respuesta bíblica puede ser muy explícita. Por ejemplo, la Biblia prohíbe terminantemente el adulterio: “No cometas adulterio” (Éxodo 20:14). La tarea de comprender esta regla bíblica con respecto a las relaciones sexuales fuera del matrimonio en las culturas y los tiempos no bíblicos no es difícil. En otras palabras, cuando una pregunta moderna es también una pregunta antigua a la que la Biblia responde de manera directa, la aplicación a la respuesta es más fácil.
Segundo, cuando el asunto está vinculado a una pregunta relativamente nueva, puede ser un gran desafío encontrar referencias bíblicas de peso para establecer normas modernas. Por ejemplo, fumar cigarrillos tradicionalmente ha sido considerada una práctica pecaminosa por los pentecostales. A falta de prohibiciones bíblicas directas, el argumento contra el tabaco se basaba por lo general en temas relacionados, tales como “el cuerpo es el templo del Espíritu Santo”, o bien, las adicciones son “deseos de la carne” que deben vencerse, o “la libertad en Cristo” significa la liberación de los malos hábitos. Cualquiera o todos de estos argumentos pueden ser válidos, pero no hay una clara regla bíblica que diga “No fumes”. Cuando se hace una pregunta acerca de una práctica que no se aborda específicamente en las Escrituras, la guía puede encontrarse en los temas o principios generales que se sostienen en la Biblia. Irónicamente, la cultura contemporánea que suele citar los problemas de salud y que ha rechazado en gran parte el uso del tabaco por lo general ignora el peligro del consumo del alcohol.
Tercero, surge una situación más compleja cuando se busca dirección acerca de una práctica que la Biblia toca de muchas maneras pero respecto a la cual no ofrece un claro precepto o una directiva moral. Por ejemplo, la Biblia hace muchas referencias al vino y a otras bebidas alcohólicas, algunas parecen aprobar el consumo de alcohol mientras que otras parecen desaprobar. Las posiciones contradictorias se desarrollan cuando los grupos que hacen la pregunta moderna seleccionan información bíblica de interés actual que parece apoyar sus predisposiciones, y luego concluyen de manera subjetiva que su punto de vista es la respuesta bíblica y, por lo tanto, una guía universal que se ha de observar. Lamentablemente, a veces se dejan de lado los principios exegéticos y hermenéuticos de interpretación de la Biblia a causa de presuposiciones que se sostienen con fuerza. Frente a las conclusiones contrapuestas en base a los textos bíblicos, es necesario hacer referencia a los principios y valores bíblicos más generales para encontrar dirección.
Los problemas de los idiomas bíblicos
Puesto que por lo general usamos traducciones de la Biblia es importante examinar las palabras originales hebreas y griegas pertinentes para entender mejor la naturaleza y el uso del vino y otras bebidas alcohólicas en los tiempos bíblicos.
En el Antiguo Testamento, se utilizan once palabras hebreas que se traducen como “vino”. Siete de ellas se utilizan sólo una vez, y dos se usan unas cinco veces cada una. Las dos palabras hebreas más comunes son yayin (141 veces) y tirosh (38 veces). Los léxicos hebreos 6 describen yayin como una bebida común para refrescarse. Por lo general, denota el vino fermentado, y se lo asocia a menudo con la embriaguez. A los nazareos, se les prohibía consumir yayin (Números 6:2-4), como también a los sacerdotes mientras servían en el tabernáculo (Levítico 10:9). Aunque el yayin a veces se usaba en las celebraciones, la Biblia también advierte de sus consecuencias.
El término tirosh se define como “vino nuevo o fresco, mosto,7 jugo de la vid”, y la mayoría de versiones de la Biblia en español suelen traducirlo como “mosto” o “vino nuevo” (“mosto”: LBLA, RV60; “vino nuevo”: NVI, NBD, NTV). De las 38 veces que se usa la palabra, 20 son utilizadas en conexión al grano y el aceite, indicando fertilidad, productividad y bendición (Proverbios 3:10; Isaías 65:8; Joel 2:24). Aunque tirosh en algunos casos puede indicar el vino fermentado que resulta del jugo fresco de la vid, el término no está asociado con la embriaguez (con la posible excepción de Oseas 4:11, donde yayin está acompañado de tirosh). Tanto en el caso de yayin como en el de tirosh, el contexto determina si la bebida está fermentada o no.
Un tercer término hebreo que usa la Biblia para referirse a una bebida alcohólica es shekar (22 veces). Aunque shekar puede traducirse como “vino”, se traduce con más frecuencia como “sidra”, “licor” o “cerveza”. Shekar puede referirse a cualquier bebida alcohólica hecha del grano o de la fruta. Aparece comúnmente junto a yayin y es una bebida alcohólica fuerte, tanto en contenido de alcohol como en sabor. Beber shekar es casi siempre condenado en la Escritura, excepto cuando se usa para calmar el dolor en el caso de una enfermedad terminal (Proverbios 31:6). Aquellos que están a favor del consumo de bebidas alcohólicas con moderación sugieren que Deuteronomio 14:26 es una referencia aparentemente positiva del consumo de bebidas alcohólicas (shekar). El pasaje está vinculado con los diezmos aplazados hasta la visita festiva al tabernáculo. En tal caso, se permitía a los israelitas canjear su diezmo por dinero para facilitar el viaje y luego comprar “vino” (yayin) y “bebida fermentada” (shekar) para sus fiestas en sus lugares respectivos; sin embargo, el énfasis de la Escritura sugiere que en esa instancia la bebida alcohólica sería derramada como una ofrenda y no consumida, como se describe en Números 28:7.8
El término griego principal traducido como “vino” en el Nuevo Testamento es oinos (34 veces). La Septuaginta (el Antiguo Testamento pre-cristiano en griego) usa oinos para traducir tanto yayin (vino fermentado) como tirosh (jugo de la vid no fermentado). Por lo tanto, el contexto de los diversos pasajes de la Septuaginta determina si oinos debe interpretarse como vino fermentado o no fermentado. Al jugo de la vid no fermentado, o en las primeras etapas de fermentación, se lo identifica en los Evangelios como “vino nuevo” (oinos neos) (Mateo 9:17; Marcos 2:22; Lucas 5:37).9 Gleukos, citado una vez (Hechos 2:13), se refiere a “un vino nuevo dulce en el proceso de fermentación”.10 Sikera, que también se usa una vez (Lucas 1:15), es “una bebida alcohólica hecha del grano”.11 Oxos, traducido como “vino amargo” o “vinagre” se encuentra seis veces en los relatos de la crucifixión.12
Pasajes representativos de la Escritura
Aunque no es posible aquí explorar las más de 200 referencias al vino o la bebida alcohólica, algunos pasajes representativos nos darán una idea de la enseñanza de la Escritura.
El Antiguo Testamento
El vino suele describirse favorablemente en versículos tales como el Salmo 104:14–15: “Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento: el vino [yayin] que alegra el corazón, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que sustenta la vida”. Este tema también se encuentra en otro lugar, por ejemplo: “Que Dios te conceda el rocío del cielo; que de la riqueza de la tierra te dé trigo y vino [tirosh] en abundancia” (Génesis 27:28). Además, “honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo [tirosh]” (Proverbios 3:9–10). El vino, junto con otras provisiones naturales, era evidencia de la bendición y el favor de Dios. En este contexto, “el vino que alegra el corazón” refleja el gozo que acompaña a una cosecha abundante, y no el efecto de embriaguez causado por el alcohol, como se evidencia en las expresiones similares acerca del aceite y el vino (el contexto es de alimento, y no de una bebida que embriaga).
Sin embargo, el Antiguo Testamento también muestra que estas bebidas alcohólicas pueden tener un efecto devastador. El vino suele alterar el buen juicio de la persona. “El vino [yayin] lleva a la insolencia, y la bebida embriagante [shekar] al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente!” (Proverbios 20:1). De manera similar, “No conviene que los reyes… se den al vino [yayin], ni que los gobernantes se entreguen al licor, no sea que al beber se olviden de lo que la ley ordena y priven de sus derechos a todos los oprimidos. Dales licor a los que están por morir, y vino a los amargados; ¡que beban y se olviden de su pobreza! ¡que no vuelvan a acordarse de sus penas!” (Proverbios 31:4–7). En este texto, los gobernantes deben evitar la bebida alcohólica y, por inferencia, los efectos embriagantes que alteran el juicio se aplicarían a todas las personas. Los versículos también nos recuerdan que otros con frecuencia son lastimados cuando uno consume alcohol.
Beber alcohol sin duda puede tener consecuencias trágicas. “¿De quién son los lamentos? ¿De quién los pesares? ¿De quién son los pleitos? ¿De quién las quejas? ¿De quién son las heridas gratuitas? ¿De quién los ojos morados? ¡Del que no suelta la botella de vino [yayin] ni deja de probar licores! No te fijes en lo rojo que es el vino [yayin], ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza; porque acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora” (Proverbios 23:29–32). Aquí definitivamente se tiene en cuenta la bebida que embriaga y, al dar una descripción detallada de una bebida alcohólica, el escritor no sugiere que deba consumirse con moderación.
El Nuevo Testamento
Como se notó antes, el vino se menciona con mucho menos frecuencia en el Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento. En los Evangelios, la palabra oinos se encuentra 21 veces, pero se encuentra en 13 versículos, y la mayoría son versículos paralelos en dos de los Evangelios, y a veces tres. Estos pasajes reflejan la viticultura y el consumo del vino en las sociedades del primer siglo, lo cual había cambiado poco desde los tiempos del Antiguo Testamento. Por lo general, describen acciones tales como la abstinencia de vino de Juan el Bautista (Lucas 1:15; 7:33), el rechazo de Jesús en la cruz de beber vino mezclado con hiel o mirra (Mateo 27:34; Marcos 15:23), el uso antiséptico mencionado en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:34), y la referencia frecuente de Jesús acerca del vino nuevo que rompe los odres viejos (Mateo 9:17; Marcos 2:22; Lucas 5:37–38), que sin duda era una perogrullada acerca de la producción de vino y de su almacenamiento en ese tiempo. La impresión global es la de una sociedad agraria que utilizaba el fruto de los viñedos, ya que cumplían un papel crucial en la vida y el comercio. Y, como se documenta con frecuencia en los escritos de la época, el vino que se consumía normalmente estaba bastante diluido.
Casi un tercio de las referencias a oinos están concentradas en el relato del milagro en Caná, donde Jesús transformó el agua en vino (seis veces en Juan 2:3, 9, 10; 4:46). Este milagro, la primera “señal” en el Evangelio de Juan, consistió en que Jesús cambió manifiesta e instantáneamente el agua potable en grandes cantidades de lo que el maestresala de la fiesta de boda, que no sabía de dónde había venido, juzgó como el “mejor” (kalos) vino. El texto no dice nada acerca del significado de oinos en el pasaje de Juan 2. Creemos que la interpretación contextual general es que Jesús no habría creado un producto que fuera perjudicial para los invitados de la boda.
Las narraciones de la última cena (Mateo 26:17–30; Marcos 14:12–26; Lucas 22:7–38; Juan 13) también se consideran textos importantes en el estudio del consumo de vino en los Evangelios. Así como otros judíos observantes, Jesús participó y bebió de la copa que se pasaba en esas celebraciones tradicionales de la pascua. Noten la descripción que hace Marcos del evento: “Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid [tou genēmatos tēs ampelou] hasta aquel día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios” (Marcos 14:25). En esta instancia, en vez utilizar el término habitual para vino (oinos), la frase “el fruto de la vid” es consecuente con las prohibiciones contra la levadura o la fermentación durante la semana de la pascua (Éxodo 12:15,19–20; 13:7).
Todas las referencias que hacen los Evangelios al vino son relatos históricos de eventos o dichos que los autores fueron inspirados a incluir en sus escritos. Aunque los Evangelios reflejan prácticas de la época, no hay mandamientos de Jesús que enseñen a sus seguidores a beber vino (a menos que sus instrucciones de repetir la última cena se tomen así [Lucas 22:17–20; 1 Corintios 11:25–26]).
Sorprendentemente, hay muy pocas referencias al vino en las epístolas del Nuevo Testamento. Oinos se encuentra sólo cinco veces en las epístolas paulinas y en las epístolas generales (Romanos 14:21; Efesios 5:18; 1 Timoteo 3:8; 5:23; Tito 2:3), y luego hay ocho menciones en el Apocalipsis (6:6; 14:8,10; 16:19; 17:2; 18:3,13; 19:15). Sólo una de estas trece referencias afirma el uso del vino: la instrucción de Pablo a Timoteo de “no sigas bebiendo sólo agua; toma también un poco de vino a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades” (1 Timoteo 5:23). En este caso, se recomienda beber oinos con fines medicinales, puesto que Timoteo claramente se había abstenido del oinos y había bebido sólo agua (la cual es posible que hubiera estado contaminada). Todas las demás referencias en las epístolas son advertencias, por ejemplo, el mandato que Pablo da a los efesios: “No se emborracha con vino, que lleva al desenfreno” (5:18a). Lo alarmante en el Apocalipsis es que, además de otras dos referencias neutrales al vino como vendimia (6:6) o cargamento (18:13), éste se usa metafóricamente para el pecado del hombre o para la ira escatológica final de Dios.
También es llamativo el alcance semántico de los términos que se usan en el Nuevo Testamento para expresar los riesgos y excesos del vino. Hay ocho palabras diferentes que tienen que ver con la “borrachera” que se encuentran veinte veces en el Nuevo Testamento,13 a veces junto a oinos, como correlativa (así como en Efesios 5:18), pero a menudo separadas, para denotar la condición vergonzosa de comportamiento que se atribuye al exceso de vino. De este modo, Jesús advirtió: “Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez [methē] y las preocupaciones de esta vida” (Lucas 21:34). Pablo advirtió que “ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos [methusos], ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:10). Pedro expresa de manera radical su preocupación en las epístolas generales: “Pues ya basta con el tiempo que han desperdiciado haciendo lo que agrada a los incrédulos, entregados al desenfreno, a las pasiones, a las borracheras [oinofyta], a las orgías, a las parrandas y a las idolatrías abominables” (1 Pedro 4:3). Sin duda, ni Jesús ni los apóstoles dieron por sentado que todas las personas caerían en estas categorías; sin embargo, en ese tiempo, así como ahora, el abuso de alcohol era la causa de sufrimientos que los cristianos debían evitar y tratar de reducir.
Los Hechos y las epístolas del Nuevo Testamento no profundizan en el uso del vino en las primeras iglesias, pero sí expresan muchísima cautela acerca de la potencialidad de su abuso. Pablo reprende con severidad a algunos de los creyentes corintios que se emborrachaban en sus fiestas fraternales, en las que se celebraba la Cena del Señor (1 Corintios 11:20–21). En la Epístola a los Efesios, ordena enfáticamente: “No se emborracha con vino [oinos], que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu” (5:18).
Algunos han pensado que la admonición previa que Pablo da a Timoteo, “no sigas bebiendo sólo agua; toma también un poco de vino [oinos] a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades” (1 Timoteo 5:23), concede el sello de aprobación para beber con moderación. Sin embargo, como se señaló, el consejo de Pablo era una recomendación para uso medicinal. Timoteo sin duda estaba bebiendo agua del lugar u otros líquidos sin alcohol (posiblemente contaminados). El hecho de que Pablo le sugiriera que tomara un poquito de vino por causa de su estómago indica sin duda que el uso regular del vino no era parte de su estilo de vida.
Algunas conclusiones básicas
El compromiso histórico de las Asambleas de Dios con la abstinencia está bien fundamentado desde el punto de vista bíblico y ético. Este escrito ha demostrado la perspectiva muy negativa de las Escrituras de lo que el texto define claramente como una bebida con alto contenido de alcohol. La bebida más fuerte posible en tiempos bíblicos no era un vino fortificado moderno con un 14 al 20 por ciento de contenido alcohólico, ni mucho menos bourbon o tequila, con un 40 a 50 por ciento de contenido alcohólico, sino una cerveza o un vino fermentado naturalmente, con un máximo contenido alcohólico posible de 10 al 11 por ciento. La palabra hebrea shekar se utilizaba para referirse a una bebida con alto contenido de alcohol, y significaba “bebida fuerte”. La palabra hebrea para vino (yayin) también podría utilizarse para identificar ese estilo de bebida cuando se combinaba con shekar, o cuando claramente había una referencia al contenido de alcohol (Proverbios 20:1; 23:29–33; 31:4–7). Las advertencias en la Escritura podían observarse con cuidado a través de un proceso común en el que se diluía el vino fermentado, lo cual podría producir una bebida que se categorizan como sub alcohólica según los parámetros de hoy. Es imprescindible notar que el vino o el licor más suave a disposición hoy en día tiene más contenido alcohólico que una “bebida fuerte” de los tiempos bíblicos; por lo tanto, podríamos presentar un argumento sólido en contra del consumo moderado de las bebidas alcohólicas modernas.
Todos están de acuerdo en que la embriaguez siempre se condena en las Escrituras. Las historias bíblicas de Noé y sus hijos (Génesis 9:20–27) y de Lot con sus hijas (Génesis 19:30–38) muestran de manera vívida que la borrachera con frecuencia lleva a fines trágicos. Dios pronuncia una sentencia contra aquellos que buscan la embriaguez, y que beben vino hasta experimentar una fuerte borrachera (Isaías 5:11, 22). Además, el apóstol Pablo incluye la embriaguez en su enumeración de las “obras de la carne” y declara que la embriaguez impedirá que alguien herede el reino de Dios (Gálatas 5:19–21; 1 Corintios 6:9–10). Le recuerda a los creyentes en Corinto que algunos de ellos eran borrachos antes de que Cristo los limpiara y justificara, lo cual implica que tal conducta debe abandonarse cuando uno recibe la salvación (1 Corintios 6:11). El apóstol Pedro contrasta la nueva vida en Cristo con andar con otros en los excesos de su “mala vida” (1 Pedro 4:3–4). La embriaguez nunca contó con la aprobación de Dios, y siempre es un resultado potencial del consumo de alcohol.
Éstos son los peligros específicos inherentes al alcohol, contra el cual la Biblia da una advertencia clara. El alcohol tiende a alterar el juicio de la persona (Proverbios 31:4–5), con frecuencia trae lamento, pesar y pleitos (Proverbios 23:29) y puede causar daño físico (Proverbios 23:29, 35). Puede reducir las inhibiciones de la persona, lo cual conduce a una conducta vergonzosa, a hablar sin cuidado alguno, a la promiscuidad y la violencia (Proverbios 20:1; Isaías 5:11; Romanos 13:13). El alcohol es un burlón, un engañador que hace que las personas se extravíen. Se desliza suavemente, pero “acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora” (Proverbios 23:31–32). Es tan engañoso que al principio la persona posiblemente no note el daño que le está haciendo (Proverbios 23:35).
Si bien las Escrituras relatan con aprobación la historia de diversos individuos y grupos que se abstuvieron del alcohol, establecen un patrón incluso más elevado para los líderes espirituales (Jueces 13; Jeremías 35). La prohibición clara dirigida a los sacerdotes del Antiguo Testamento de no beber alcohol mientras servían en el tabernáculo o templo (Levítico 10:8–9), y el voto nazareo de no beber vino (Jueces 13), la tradición de los recabitas (Jeremías 35) y los ejemplos de Juan el Bautista y Timoteo tienen un significado espiritual profundo para los líderes cristianos de hoy en día.
La abstinencia es pertinente para todo el sacerdocio de creyentes: aquellos que participan en el santo llamado al ministerio, que asumen la responsabilidad especial de dar el ejemplo. Cuando Pablo instruyó a sus compañeros de trabajo, Timoteo y Tito, respecto al nombramiento de ancianos, enfatizó a ambos que los líderes cristianos “no deben ser borrachos” (1 Timoteo 3:3; Tito 1:7). El sustantivo griego que utiliza Pablo es parisinos, el cual denota a alguien que “bebe vino en exceso” y, que por consiguiente, es “adicto al vino” o un “borracho”.14 Resulta obvio que ésta es un área en la cual el líder cristiano debe ejercer gran disciplina, y dar un buen ejemplo a seguir para todos los creyentes e inspirar respeto en quienes no son creyentes.
La moderación: Una norma indefinida
La moderación con frecuencia se recomienda como una respuesta contemporánea apropiada y deseable ante la descripción bíblica del consumo de vino. Sin embargo, el Nuevo Testamento no promueve beber con moderación. Tampoco explica cómo uno puede saber cuándo alguien bebe con moderación. No hay ninguna definición universal de la moderación y, por lo tanto, el término es muy subjetivo. Lo que una persona considera moderado, otra persona tal vez lo vea como beber en exceso. Para ilustrar la incertidumbre en torno a este asunto, una definición basada en investigaciones y comúnmente aceptada de beber con moderación lo describe como beber hasta 12 o 14 bebidas por semana para los hombres (9 para las mujeres) e incluye una concentración de alcohol en la sangre del 0,055.15
Incluso en el caso de una práctica de moderación bien intencionada y más disciplinada, cada persona tiene una reacción diferente al alcohol. Aunque el límite legal de ingesta de alcohol es una concentración de alcohol en la sangre del 0,08, varios síntomas de pérdida de facultades pueden ser notorios en el caso de una concentración de alcohol en la sangre tan baja como el 0,02.16 El alcohol tal vez sea la bebida predilecta a nivel social, pero también es la más adictiva. El Centro de Salud Pública de las Fuerza Naval y Marina de los Estados Unidos señala lo siguiente: “El alcoholismo no se define en base a lo que uno toma, a cuándo uno lo toma o incluso a la cantidad que uno toma. Lo que determina que es un problema son los efectos de beber alcohol”.17 Una persona tal vez consuma alcohol muchas veces sin que haya efectos adversos aparentes; y otra persona tal vez tenga una sobredosis o se vuelva adicta después de tan sólo unas pocas bebidas.
Uno también debería tener en mente la propensión genética hacia el alcoholismo que heredan algunos. El Instituto Nacional contra el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo (NIAAA, por sus siglas en inglés) declara que, aunque haya varios factores en juego, “los genes son responsables de alrededor de la mitad del riesgo de alcoholismo”.18 El individuo que bebe con moderación es ingenuo, dado que no reconoce el riesgo de adicción que corren él y aquellos a quienes influencia. Nadie tiene la intención de convertirse en alcohólico. Sin embargo, dado que no hay una definición fiable de lo que es moderación en la Escritura o en cualquier otro lado, y dado que no hay un conocimiento definitivo de la tolerancia que cada persona tiene del alcohol, es posible que alguien fácilmente pase de beber con moderación a beber en exceso. Según se informa, 51 por ciento de los estadounidenses adultos beben con regularidad 19 y más de 38 millones se dan una hartada de licor unas cuatro veces al mes 20 (sin contar el rápido crecimiento demográfico de bebedores que son menor de edad). Hay pocos, si es que hay algunos, que haya comenzado a beber pensando en los problemas que tendrá, pero el consumo de alcohol sin duda puede tornarse en una pendiente resbaladiza.
La libertad cristiana y la “moderación”
Aquellos que abogan por la moderación con frecuencia lo hacen en nombre de la libertad cristiana. Sin embargo, el apóstol Pablo nos recuerda dos veces que, aunque todo nos es permitido, no todo conviene o es beneficioso (1 Corintios 6:12; 10:23). Nuestra elección de llevar a cabo una acción no debe basarse simplemente en el hecho de que se permita, sino en si esa acción edifica o no (1 Tesalonicenses 5:11). Algunos creyentes de Corinto pensaban que eran espirituales porque, según ellos mismos, tenían cierto conocimiento que todos los creyentes debían tener como fundamento de su conducta cristiana. Pensaban que tal conocimiento “edificaba”. Sin embargo, Pablo les dijo que a veces el conocimiento “envanecía” y destruía a otros. En vez de ser algo espiritual, conducía a un orgullo pecaminoso. La ética cristiana del amor siempre “edifica”, busca el bienestar de otros (1 Corintios 8:1–11; Filipenses 2:1–5). Sin embargo, el que demuestra ese amor también es edificado. La verdadera libertad cristiana ha experimentado el gozo de “preferirse unos a otros” cuando de la honra se trata (Romanos 12:10). La libertad cristiana es la libertad para hacer lo bueno y mostrar madurez espiritual.
El amor por la familia
El amor subyace y energiza la vida familiar. El amor sacrificial de Cristo establece las pautas para la vida llena del Espíritu, y aconseja Pablo a la persona cabeza de las familias sobre cómo aplicar ese amor a su relación con sus parientes (Efesios 5:19 a 6:9). En un texto posterior, agregó que los creyentes “aprendan primero a cumplir sus obligaciones con su propia familia y correspondan así a sus padres y abuelos, porque eso agrada a Dios” (1 Timoteo 5:4).
En especial los hijos, que con frecuencia experimentan la presión de sus pares para experimentar con el alcohol desde su preadolescencia, necesitan como contrapeso la presencia amorosa de sus padres, que tienen “la mayor influencia sobre sus decisiones acerca del alcohol”.21 Según se informa, “en los hogares en que los padres son bebedores sociales, 66 por ciento de los hijos experimentaron con alcohol antes de la edad adulta”.22 En las familias en que los padres son alcohólicos, los hijos tienen mucha más probabilidad de sufrir abuso y ellos mismos tienen cuatro veces más probabilidad de convertirse en alcohólicos.23 Asimismo, hay estudios que indican que uno de cada cuatro menores de edad que comienzan a consumir cualquier sustancia adictiva, incluso el alcohol, se vuelven adictos antes de los 18 años de edad.24 Los niños son mucho más propensos a seguir nuestro ejemplo que solo nuestros consejos acerca del consumo de alcohol.
El amor hacia nuestros hermanos y hermanas en Cristo
“Más vale no comer carne ni beber vino, ni hacer nada que haga caer a tu hermano” (Romanos 14:21). En sus cartas a las iglesias en Roma y Corinto, el apóstol Pablo escribe casi tres capítulos para explicar que, aunque los creyentes tal vez tengan una comprensión personal de las cosas que son lícitas ante Dios, no deben permitir que esa comprensión haga tropezar o caer a otros hermanos y hermanas (Romanos 14, 15; 1 Corintios 8). Las circunstancias y asuntos que se abordaron en la época de Pablo tal vez difieran un poco de las nuestras, pero el principio del amor sacrificial y la preocupación por nuestros hermanos y hermanas en Cristo permanece. Muchas personas de nuestras congregaciones se ofendería si alguien bebiera con moderación, puesto que creen que tomar bebidas alcohólicas es pecado. Otros tal vez corran peligro al seguir el ejemplo de un creyente respetado que bebe con moderación, dado que es posible que se torne en algo involuntariamente dañino y destructivo para ellos. Y otros tal vez se sientan lastimados porque la práctica de la moderación tal vez haga que su propia lucha con el alcohol se vuelva más desafiante. El amor siempre tiene precedencia sobre la preferencia de alguien, dado que todavía somos guardas de nuestros hermanos.
El amor hacia la Iglesia
“Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Efesios 4:3). Desde sus inicios, la Iglesia ha hecho hincapié en la unidad (Hechos 2). Algunas de las palabras más duras de la Escritura fueron escritas respecto de aquellos que causan disensión y divisiones entre creyentes a raíz de sus propios deseos (Romanos 16:17–18). El apóstol Pablo, al lidiar con un asunto polémico en la iglesia de Corinto, reconoció los diversos puntos de vista, pero señaló como directriz la tradición establecida de la iglesia respecto de ese punto en particular (1 Corintios 11:16). En ese mismo contexto, reprochó con severidad a los corintios por su abuso de la ingesta desdeñosa de comida y alcohol, la cual estropeaba la observancia de la cena del Señor y conduce al descuido y la privación de los demás miembros de la iglesia (11:21).
La Iglesia se ocupa de asuntos eternos. Somos parte de una fraternidad eclesiástica con una tradición de más de un siglo de abstinencia de alcohol, que se ha basado en las Escrituras y en la experiencia práctica. Olvidamos fácilmente que numerosos convertidos entre nosotros han sido librados de manera drástica del alcoholismo y de sus consecuencias atroces, tanto para ellos como para su familia. “Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación” en vez de perturbar la obra de Dios por causa de una preferencia personal (Romanos 14:19–20).
El amor por la sociedad
El segundo mandamiento deriva directamente del primero, del amor hacia Dios, y es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31). Los seguidores de Cristo deben ser “sal” y “luz” en el mundo (Mateo 5:13–16). Por lo tanto, la Palabra de Dios nos recuerda muchas maneras en que también debemos trabajar a favor de una sociedad justa y sana. Pablo enseñó: “Siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos” (Gálatas 6:10). Pedro añadió: “Mantengan entre los incrédulos [los ‘no creyentes’, RVC] una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación” (1 Pedro 2:12). Como creyentes y ciudadanos responsables y agentes de salud y sanidad, somos responsables de evaluar críticamente el impacto del consumo del alcohol (y otras prácticas con potencial dañino) sobre nuestra sociedad.
Alrededor de 17 millones de estadounidenses tienen lo que el NIAA designa como “un trastorno de consumo de alcohol”.25 El costo anual de los problemas relacionados con el abuso del alcohol en la sociedad estadounidense se calcula que llegó a los $249 mil millones en 2010. Hay aproximadamente 88 mil muertes por año relacionadas con el consumo del alcohol.26 Además, alrededor de 30 personas mueren a diario a causa de alguien que conduce bajo el efecto del alcohol. Esto equivale a una muerte cada 48 minutos.27 El alcohol es un factor en 40 por ciento de los tres millones de crímenes violentos que tienen lugar cada año.28
El alcohol es un peligro pernicioso para nuestros hijos que azota los establecimientos de educación y las universidades. Anualmente, se calcula que 1825 estudiantes de entre 18 y 24 años de edad mueren a causa de lesiones involuntarias relacionadas con el consumo de alcohol, incluso accidentes automovilísticos. Cerca de 700 mil estudiantes son atacados por otros estudiantes, lo cual incluye cerca de 100 mil víctimas de violaciones que ocurren durante una cita o acosos sexuales relacionados con el consumo de alcohol.29 El suicidio es la décima causa principal de muerte en los Estados Unidos (la tercera principal causa de muerte para aquellos entre los 15 y 24 años de edad) y un tercio dio resultados positivos de la ingesta de alcohol.30 Treinta y nueve por ciento de los estudiantes de secundaria bebe alcohol con regularidad, y se calcula que uno de cada diez estudiantes del último año de secundaria es un bebedor empedernido. El abuso de alcohol en los años de adolescencia puede afectar el desarrollo saludable del cerebro.31 Y por último, si bien no menos importante, el alcohol ahora se considera la droga de entrada para el tabaco, la marihuana y otras drogas lícitas e ilícitas.32
El amor por uno mismo
Jesús implícitamente enseñó sobre un amor propio saludable cuando dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 19:19). Los creyentes deben rechazar conscientemente el narcisismo que es demasiado indulgente consigo mismo, pero a la vez deben cultivar su propia vida física y espiritual conforme las enseñanzas de la Escritura. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo e instrumento al servicio de Dios (1 Corintios 6:19; Romanos 6:13).
Por lo tanto, es importante preguntarse: “¿Cuáles son los efectos del consumo del alcohol (o de otras indulgencias relacionadas con el estilo de vida) para la salud personal del creyente y el servicio cristiano?”. El consumo de bebidas alcohólicas es sabido que está asociado con dolencias tales como los derrames cerebrales, la hipertensión, las enfermedades del corazón, la pancreatitis, las enfermedades hepáticas, los trastornos del sistema inmunológico y varios tipos de cáncer. Algunos creen con optimismo que los que beben con moderación no experimentaron efectos adversos en la salud por causa del alcohol, pero abundan las advertencias. Por ejemplo, si bien se reconocen algunos beneficios limitados de beber con moderación, la Facultad de Salud Pública de Harvard también aborda “el lado oscuro del alcohol” y declara: “Si no bebe, no hay necesidad de que empiece a hacerlo. Uno puede obtener beneficios similares con el ejercicio (comenzar a hacer ejercicio si uno no lo hace o incrementar la intensidad y duración de su actividad) o con hábitos de alimentación más saludables”.33 La Clínica Mayo también señala que tal vez haya beneficios limitados si uno bebe con moderación, pero también hace una afirmación cautelosa similar: “Sin duda, no hace falta que consuma alcohol, y si usted actualmente no consume alcohol, no comience a consumirlo para obtener los posibles beneficios para la salud. En algunos casos, es más seguro evitar el alcohol por completo, dado que los posibles beneficios no son mayores que los riesgos”.34
Un estudio internacional más reciente e inusualmente exhaustivo de los efectos del consumo del alcohol en la salud cardiovascular, codirigido por la Escuela de Medicina Perelman en la Universidad de Pennsylvania, desafía incluso el limitado desafío del consumo moderado. Uno de los investigadores principales informa lo siguiente: “A diferencia de lo que han mostrado informes anteriores, ahora se ha descubierto que, al parecer, cualquier exposición al alcohol tiene un impacto negativo en la salud del corazón”.35
A los riesgos físicos se suman las inquietudes mentales y emocionales, en especial la depresión. Si alguien empieza a beber con moderación, lo hará sin siquiera imaginar adónde lo puede conducir el alcohol.
La abstinencia y la formación espiritual
Hay principios específicos y éticos en torno a la actitud y la conducta a través de la Biblia, los cuales también deberían guiar nuestras elecciones en la vida y los cuales, creemos nosotros, deberían conducir a la abstinencia. Para los cristianos, el principio ético fundacional que permea cada paso de nuestra formación espiritual es el amor.
A la luz de las implicancias derivadas del consumo y el abuso de alcohol hoy en día, hay pocos asuntos que ocupan un lugar de más preponderancia para la formación espiritual de la persona. El compromiso del creyente con la abstinencia o la moderación debería basarse no sólo en los versículos bíblicos que abordan el problema del consumo de vino en la antigüedad. A la luz de los peligros obvios y muy difundidos del consumo de alcohol hoy en día, como también las advertencias bíblicas sobre los peligros del consumo de alcohol, los cristianos deben examinar sus propios motivos y actitudes con detenimiento y en oración. Beber con moderación, ¿contribuye en realidad a la madurez espiritual y a nuestro testimonio, según las Escrituras? El consumo de alcohol, ¿enriquece la vida personal y privada del creyente? Conociendo los riesgos que se han reconocido públicamente, ¿vale la pena consumir alcohol? Teniendo en cuenta el precio de las bebidas alcohólicas, ¿es ese gasto una aplicación sabía del principio de mayordomía cristiana?
Una afirmación de la abstinencia
“Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar” (Romanos 12:2, TLA). Abstenerse significa evitar algo voluntariamente. Es una elección, no un mandamiento. La pregunta que deberíamos hacernos no es “¿puede un cristiano consumir alcohol?”, sino “¿debe un cristiano consumir alcohol?”.
La abstinencia es una elección bíblica. La Biblia advierte con claridad contra los peligros de las bebidas alcohólicas y presenta una perspectiva negativa del consumo de lo que el contexto con claridad describe como una bebida con un alto contenido de alcohol. La falta de seriedad al considerar estos consejos ha resultado en aflicción, penas y ruinas incalculables. La autocomplacencia innecesaria y el placer fugaz pueden resultar en costos inaceptables para el individuo, su familia y la sociedad en general. La moderación tal vez parezca una indulgencia privada inofensiva, pero se puede tornar en una influencia perjudicial muy pública.
La abstinencia es una elección sabia. La persona que nunca consume esa primera bebida nunca experimentará los resultados trágicos del alcoholismo. Cuando el alcohol se evita, el abuso de la bebida y la embriaguez nunca destruirán la familia. Las iglesias que enseñan sobre la abstinencia del alcohol y la practican deberían rescatar con compasión a aquellos que están atados al alcohol, pero también deberían advertir fielmente a otros de sus peligros sutiles. Siempre es mejor prevenir que curar.
La abstinencia es una elección moral. Glorifica a Dios, protege al individuo, honra a sus hermanos creyentes, preserva a la familia, unifica a la iglesia y bendice a la sociedad. La abstinencia refleja los principios morales de la Palabra de Dios, tanto directos como indirectos. La abstinencia no consiste en un legalismo moral sino en un discipulado cristiano, el cual intrínsecamente involucra negarse a sí mismo y seguir a Cristo. “La sensibilidad subyacente consiste en cuidar a su prójimo, cuidar a su familia, intentar ser un buen ejemplo y no ser un motivo de tropiezo”36. La abstinencia no está fundada en el legalismo, sino en el atributo moral más sublime del amor.
Por lo tanto, las Asambleas de Dios reafirma su posición de abstinencia de las bebidas alcohólicas. Esta posición debe proclamarse con denuedo y claridad a través de nuestra fraternidad, pero también con humildad y amor a través de un ministerio fiel a todos.
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